El té al estilo ruso. ¿Qué es el samovar?

Samovar: qué es, cómo se usa y por qué es el alma del ritual del té ruso

En el centro de la casa, como si fuera el alma misma del hogar, un objeto metálico brillaba al calor del fuego. El samovar no solo calentaba el agua: reunía historias, miradas, silencios. Y una taza de té que nunca faltaba.

Quien haya viajado por Rusia, Turquía o las estepas del Cáucaso habrá visto un samovar. Pero incluso sin viajar, el nombre evoca algo ancestral. El samovar es una especie de caldera, un artefacto capaz de mantener el agua caliente durante horas. Pero también es mucho más que eso: es un símbolo cultural, un centro de reunión y un ritual en sí mismo.

Té al estilo ruso con samovar
El té negro al estilo ruso con samovar

¿Cómo es la preparación del té al estilo ruso con el samovar?

Como se puede ver en la imagen, el samovar tiene un grifo por donde sale el agua y una especie de hornalla donde se apoya la tetera. Se coloca agua adentro del samovar y se calienta. Se prepara el té en hebras directamente en la tetera de manera muy concentrada; es decir, con bastantes hebras y un poco de agua para hidratarlas. Luego se coloca la tetera arriba de la hornalla para que se mantenga caliente. Finalmente se toma la taza o jarrito, se echa un poco de té y se diluye con el agua caliente que sale del grifo del samovar hasta obtener la infusión deseada.

¿Qué es un samovar?

La palabra “samovar” proviene del ruso y significa literalmente “se hierve solo” (samo = solo, var = hervir). Se trata de un recipiente metálico —tradicionalmente de cobre, bronce o latón— que cuenta con una cavidad central donde se colocan brasas o carbón, rodeada de un contenedor de agua que se mantiene caliente durante horas. En la parte superior, se coloca una pequeña tetera con una infusión muy concentrada llamada zavarka. Al momento de servir, se mezcla una pequeña cantidad de zavarka con agua caliente del samovar, permitiendo ajustar la intensidad del té a gusto.

Origen e influencias del samovar

Aunque muchos asocian el samovar únicamente con Rusia, su historia es más compleja y compartida. Algunos estudiosos creen que sus orígenes podrían remontarse a Persia (actual Irán), donde se usaban urnas metálicas para hervir agua desde la antigüedad. También se han encontrado artefactos similares en la antigua China, utilizados para calentar líquidos en contextos rituales.

Pero fue en Rusia, en el siglo XVIII, donde el samovar se convirtió en un objeto cotidiano y profundamente simbólico. En 1778, los hermanos Lisitsyn, en Tula (ciudad al sur de Moscú), fueron los primeros en producir samovares en serie. Tula se transformó en la capital del samovar, con fábricas que innovaban en diseño, tamaño y material. El auge coincidió con una expansión del consumo del té en la nobleza rusa, y luego en el pueblo.

El samovar y la cultura rusa del té

En Rusia, el samovar es una institución. Está asociado a la hospitalidad, la conversación, el calor del hogar. Incluso en las casas más humildes, era habitual encontrar uno. Las reuniones familiares, las sobremesas con amistades o las visitas inesperadas tenían siempre como centro al samovar.

Durante el siglo XIX, el samovar se volvió protagonista de la literatura y el arte rusos. Aparece en las novelas de Tolstói, en las pinturas de Repin, en la poesía de Pushkin. Su imagen está cargada de sentido: representa estabilidad, pausa, pertenencia.

Mientras el agua burbujea lentamente en su interior, el samovar crea un espacio de tiempo expandido. No hay prisa. Se conversa, se reflexiona, se observa. En el ritual ruso, no se toma una sola taza de té, sino varias, siempre calientes, y se acompaña con pan, mermeladas o pasteles. A veces, se añade una rodaja de limón. O se bebe con un terrón de azúcar entre los dientes, como hacía mi bisabuelo cuando llegó de Rusia a Argentina.

Diversidad de samovares: entre lo práctico y lo ceremonial

A lo largo del tiempo, los samovares se adaptaron a diferentes usos y contextos. Existen desde versiones portátiles de viaje hasta samovares monumentales de más de 10 litros, usados en fiestas o grandes eventos. Con la llegada de la electricidad, se comenzaron a fabricar samovares eléctricos, muy usados en la Unión Soviética y aún presentes en hogares modernos.

Los diseños también varían: los más tradicionales son de forma cilíndrica o acampanada, con asas ornamentadas y grifos elegantes. Algunos están decorados con esmaltes o grabados; otros son completamente funcionales, sin adornos.

En Turquía, el çaydanlık, aunque diferente en su estructura, cumple un rol similar.

El samovar hoy: memoria, símbolo y práctica viva

Aunque muchas casas modernas han reemplazado el samovar por pavas eléctricas o termos, el objeto no ha desaparecido. Sigue siendo un símbolo de identidad, especialmente entre las comunidades rusas en el exterior, y cada vez más, objeto de revalorización cultural.

Algunos lo conservan como pieza decorativa. Otros, como ritual familiar de los domingos. En casas de té o eventos ceremoniales, vuelve a cobrar protagonismo.

En Escuela de Té Marsai, el samovar representa no solo un modo de preparar té, sino una forma de estar presente, de hacer espacio y de invitar.

Porque en un mundo que acelera, el samovar nos recuerda otra cosa:
El té no se apura. Se espera. Se comparte. Se honra.

Marcela Klionski creadora de la Escuela de Té Marsai

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